jueves, 4 de febrero de 2010

La oficina, los cambios Y Otro día más.

Los domingos pasan, los jueves y la semana se repite incesante. Un grillo en el oído habla de la mañana y la levantada habitual, el despertador reinstruye del trabajo y me saca de los brazos de Morfeo. Las mañanas siempre son desastrosas, recuerdo el desayuno que nunca me sirvo cuando cierro la puerta, el Paisaje y una especie de riachuelo rancio acompañan el ritmo de los pies en piloto automático, en este mundo uno se acostumbra a todo, si trabajas de trapecista te salen callos en las manos. Un día, dos, repitiéndose en mis pupilas, el grillo, la puerta, el riachuelo, las cavilaciones y el ascensor. La puerta del jefe, impenetrable, la secretaria del jefe, ídem. Me paseo por los pasillos de una oficina que conozco de años, ahí están los teléfonos, me miran como si fueran ácaros expectantes, disponiéndose a clavarse en los oídos. Se para Robin del escritorio del frente y se apoya en el mío, comienza a hablar de la mina, de la tele, de las tetas y del hermoso verano, le miro con lastima, me gustaría tener un poco de agua salada en ciertas ocasiones para arrogarla en el rostro de quienes aman la playa y preguntarles que mierda adulan tanto de la salmuera. Pero normalmente me contengo, hay que llegar a fin de mes y la cosa esta difícil, como siempre. Robin mundialmente se llama Juan matamata, pero anda revoloteando al lado del feje desde que el sale de de su despacho VIP, hasta que abandona la oficina, robin es el perfecto ayudante adulador de superhéroe, exceptuando las metáforas psicodélicas y la severidad seria un perfecto robin, claro que estéticamente se parece mas al pingüino, pero es bien sabido que los pingüinos son muy ágiles y usan sombrero de copa, que para algo debe servir. Eran las 12.03 PM y robin seguía hablando por todas las cavidades, que su mina, que la tele, que la plata, las cuotas, que la vida, que la desilusión, que la tragedia. En mi mente una metralleta que jamás he usado, dibujándose en las manos, charqueando a robin el verborreico por esencia. Las 13:40hrs, en el reloj frente a nuestras cabeza, como siempre las horas sobre nuestras vidas, robin sigue hablando y la miseria toma mi persona, me arrugo virtualmente y me convierto en una pelota para patearme al basurero. El jefe sale de su oficina, la puerta no rechina, ni una palabra en el ambiente, solo una mosca que choca contra el ventilador suicidándose. Robin olfatea algo en el aire, su rostro muta a “Gollum” y deja de babearme las pestañas, como cachorro aguardando el fin de la vacaciones sale desequilibrándose, corriendo donde su amo para recibir un poco de aprecio, el jefe arquetípico mira las afueras de su oficina como si la habitación oliera a feca humana, luego se arregla la corbata, le cierra el ojo a la secre que muerde sus labios evocando semanas pasadas y encerradas con pollos y veladores. Robin con la agilidad aprendida de su inseparable amiga la imaginación, avanza veloz dirigiéndose al todopoderoso gerente, cuando el piso le hace una mala jugada, o el equilibrio, uno nunca esta muy seguro si son las fuerzas naturales o la estupidez intrínseca lo que nos tiene desvastados como humanos. Así, en segundos, Robin comienza a volar y sin preámbulo ni romanticismos da contra el pecho de Don Cuevas, el jefe, azotándolo contra la pared, un estruendo remese el lugar y el reloj marca las 13.50hrs. Robin se levanta y salta con las manos al cielo gritando, “no paso nada, no paso nada” El jefe, que en pus descanse no volvió a levantarse. Robin quedo como causante accidental así que solo lo despidieron y ahora trabaja de vendedor de seguros. Al llegar el nuevo jefe la secretaria también perdió su puesto, llego otra con las mismas medidas pero de pelo rubio, es sabido que cada jefe elige a sus ayudantes más cercanos. De la muerte del Sr. Cuevas no se hablo mucho mas en la oficina, al día siguiente ya habían pintado la pared y a nadie le sorprende un accidente después de ver la noticias en los diarios o en la TV. Pasan dos días y ya todo vuelve a lo mismo, las mañanas se suceden, los atardeceres, las semanas, los años repitiéndose incesantes, el Sao Paulo o en con-con, en la pieza o recordando el desayuno que nunca me sirvo cuando cierro la puerta.

3 comentarios:

Elver Cruzila dijo...

mismos crepúsculos sin probar bocado hasta el mediodía, mismas ganas de escupir verborreicos de corbata, mismas ganas de palpar las nalgas de la secretaria...otro día más...

buen texto, para tener en cuenta..

saludos,
elver.

MAR dijo...

Entonces...que estas esperando para AGUDIZAR los sentidos???
Saludos para ti.
mar

uniresposable dijo...

MAR; intento agudizarlos a diario de manera natural y a base de mezcalina al menos cada tres meses, aunque nunca sea suficiente estoy dispuesto a fallecer intentandolo... gracias por comentar el cuento.
saludos

Cruzila:

otro dia, otro cuento, viejas historias remezcladas, sasonadas y servidas en la computadora. salute camarada.