lunes, 22 de marzo de 2010

LIVIANO


Los microbuses y las personas no cambian, las tendencias y la modernidad pintan sus estructuras de colores de moda mientras el planeta se torna gris, los comerciantes ambulantes arrancan de los pacos y los pacos de su mente, luego de ganarse el traje no deben pensar o pierden lo que les queda, el cerebro ya se encuentra en un tacho de basura. El mantiene la vista fija, busca un descuido, un atisbo de torpeza en los transeúntes, los tiempos ya no son como antes, se recuerda llegando a casa con los bolsillos llenos de billetes y el estomago enredado en licores innombrables, siempre pudo robar una cartera con efectivo fácil, ahora están llenas de tarjetas de crédito o las mujeres cargan el asqueroso gas pimienta que mas de una vez le condimento la cara pintándola de azul. Las historias siempre se repiten y las galaxias son bolitas de cristal tendiendo del cuadro surrealista en negro y puntos rojos, piensa rascándose la ceja. Una tipa habla por celular, discute con el caliente de su novio que mira un trasero a punto en papilotte de mezclilla, se acerca raudo a la chica perdiéndose entre los trajes apurados, el hombre zigzaguea agarrándose del perfume de secretaria terinteañera de la chica, demasiado suave para cubrir el olor a urbe y muy pasoso para saborear el suyo, un segundo y ataca veloz, raptando el teléfono de las féminas manos. Es tu culpa le grita la chica al novio promedio, que la mira tratando de recordar que pensaba comprometiéndose con ella. Corre celular en mano, la garganta esta reseca y pese a no contar con un órgano olfativo esta huele ron y aires de cerveza. En el bar ya le conocen, el teléfono esta viejo, es lo primero que escucha, se supone que no alcanzara para mucho pero será suficiente, la sobriedad le da demasiadas ideas de encierro y trabajo arrendado 9 horas diarias, se apoya en la barra, un jarro deslavado de cerveza llega a sus manos, le bebe de tres sorbos, una segunda jarra es saboreada, al llegar a la sexta, la voluntad se torna impaciente y el hambre le recuerda familia, ensucia su boca resecándola con las manos mugrientas, se despide del barman que ni lo mira y vuelve al ajetreo. Las ansias se chorrean por sus zapatos y los gringos con filmadoras parecen tesoros escondidos por piratas sin sentido de la aventura, sigue a los gringos fácilmente ubicables por los rastros de grasa, no le presta atención al trozo de hamburger que le llega en el brazo justo antes de agarrar la filmadora, corre arrastrando los pies viscosos, el solo contacto con estos especimenes le deja tan grasiento que la cámara resbala dando con el suelo, frota los trozos con el rostro justo antes de ver las botas. Un paco lo levanta y le pregunta si esta bien, luego le da lecciones de morales, de velocidad peatonal, hasta que escucha los gritos de ¡help! Voltea y vuelve al hombre que se encuentra perdido entre la gente varias cuadras a la redonda. Los gringos llegan rodando donde el paco, mañana compraran una cámara mejor, para grabar los lugares de chile que solo un cuarto de la población conoce.