Las horas del mundo golpean su cuerpo como tifones enardecidos, una hoja suelta al árbol, es tiempo de descansar y el le mira integrándose a las cavilaciones. La hoja se posa en el suelo marchitándose despreocupada. El hombre mira sus manos rugosas, las cremas están demás a estas alturas, piensa observando descaradamente las piernas de una escolar que pasa apresurada jugueteando con las hojas resecas. Incandescente intenta organizar al viento para levantar en algo el jumper, Le encanta mirar escolares, viejas, hembronas, gordas o la que se ponga frente a sus ojos, hace mucho que no tiene sexo, la falta de una compañera le tiene inhibido y asexuado de hace años, a veces sueña que una de las mujeres entenderá sus predicamentos sexuales y se le acercara con la boca como la de un pez fuera del agua, dispuesta a descargar su oxidada herramienta, pero a la fecha lo único que sale de su uretra es el meado, que tiñe sus pantalones por dentro. Hubo épocas en que las mujeres le miraban con deseo y no tapaban sus narices al acercársele.
Es verano y la playa queda a muchos kilómetros monetarios como para acercarse al océano, el calor le hace hervir las piernas, la cabeza y resto de su maltrecho esqueleto, las articulaciones seden a la gravedad con los años. El hombre intenta ponerse de pie y desequilibrándose da contra en suelo, una chica que pasa trotando cerca observa la lenta caída y se acerca al hombre para ayudarle a levantarse, la chica abraza al hombre apretando la espalda y el rostro del viejo da directo con los pechos de la joven, sin demostrar intención este huele los tersos pechos recordando tiempos mejores, al incorporarse roza en distintas ocasiones las piernas y el estomago de la joven, luego le acaricia la espalda agradeciéndole por ayudarle a estar de pie. La chica, sin mas vuelve a trotar perdiéndose de la vista del hombre, que sentado en la misma banca de siempre revive una y otra vez el perfume de la joven en su memoria, apropiándose de el como lo hacia del de sus amantes en otras épocas. A los minutos se levanta y camina para volver a casa, sabe que tendrá que encontrar otro lugar pronto para pasar a tarde, en ese lugar ya conoce a todas las chicas habituales y no quiere pasar por un pervertido.
Es verano y la playa queda a muchos kilómetros monetarios como para acercarse al océano, el calor le hace hervir las piernas, la cabeza y resto de su maltrecho esqueleto, las articulaciones seden a la gravedad con los años. El hombre intenta ponerse de pie y desequilibrándose da contra en suelo, una chica que pasa trotando cerca observa la lenta caída y se acerca al hombre para ayudarle a levantarse, la chica abraza al hombre apretando la espalda y el rostro del viejo da directo con los pechos de la joven, sin demostrar intención este huele los tersos pechos recordando tiempos mejores, al incorporarse roza en distintas ocasiones las piernas y el estomago de la joven, luego le acaricia la espalda agradeciéndole por ayudarle a estar de pie. La chica, sin mas vuelve a trotar perdiéndose de la vista del hombre, que sentado en la misma banca de siempre revive una y otra vez el perfume de la joven en su memoria, apropiándose de el como lo hacia del de sus amantes en otras épocas. A los minutos se levanta y camina para volver a casa, sabe que tendrá que encontrar otro lugar pronto para pasar a tarde, en ese lugar ya conoce a todas las chicas habituales y no quiere pasar por un pervertido.